Antonio Motor: las nuevas tecnologías en vehículos van en contra de la tradición

Desde hace décadas he dedicado mi vida a los motores diésel, a la mecánica pura y dura de los vehículos. He visto cómo han evolucionado los coches a lo largo de los años, pero lo que se está imponiendo hoy en día va en contra de todo lo que he aprendido y amado. Los coches eléctricos son una abominación para mí, son como ordenadores con ruedas que carecen de la esencia y durabilidad de los motores diésel.

Mi Seat León del 2008 es mi orgullo y alegría, un ejemplo de lo que debe ser un buen coche. Con sus motores diésel, su robustez y su durabilidad, es un fiel compañero que me ha llevado a todas partes sin fallar. ¿Por qué cambiar algo que funciona tan bien? Los coches modernos, llenos de tecnología y electrónica, son una promesa de comodidad y eficiencia que nunca se cumplen. Son más caros de mantener, más complicados de reparar y no duran tanto como los buenos motores diésel.

Recuerdo una vez que un cliente me trajo un coche eléctrico para que le echase un vistazo. No tenía ni idea de por dónde empezar, todo era un laberinto de cables y componentes electrónicos que me resultaban incomprensibles. Al final tuve que enviarlo a un taller especializado, algo que nunca me había pasado antes con un motor diésel. Esa experiencia solo reafirmó mi convicción de que los coches eléctricos no son para mí.

Las nuevas tecnologías en vehículos pueden ser útiles en algunos aspectos, pero no pueden reemplazar la tradición y la experiencia de los mecánicos como yo. Los coches modernos son como juguetes caros que se descomponen con facilidad, mientras que los motores diésel son como rocas sólidas que resisten el paso del tiempo. No renunciaré a mi pasión por los motores diésel, seguiré luchando por mantener viva la tradición de la mecánica clásica en un mundo que parece olvidarla cada vez más.