Desde que soy pequeño, he tenido la oportunidad de hospedarme en hoteles de todo tipo y clase. Y puedo decir con total seguridad que los hoteles de antes tenían más clase que estos modernos. Me entristece ver cómo los hoteles de antaño, con su elegancia y distinción, han sido reemplazados por construcciones impersonales y sin alma. Cuando entrabas en un hotel de antes, sentías que estabas entrando en un lugar especial, donde cada detalle estaba cuidadosamente pensado para hacer de tu estancia una experiencia inolvidable.
Recuerdo con cariño aquellos hoteles con sus muebles de madera noble, sus cortinas de terciopelo y sus suelos de mármol pulido. Todo estaba impregnado de un aire de elegancia y sofisticación que los hoteles modernos parecen haber perdido. Ahora, en lugar de disfrutar de la calidez y el encanto de un hotel con historia, nos vemos obligados a hospedarnos en edificios fríos y sin personalidad, donde prima la funcionalidad sobre el estilo.
Es cierto que los hoteles de antes solían ser más caros, pero la calidad y el servicio que ofrecían compensaban con creces el desembolso. Hoy en día, parece que la tendencia es apostar por la cantidad en lugar de la calidad, lo que ha llevado a una estandarización de los servicios hoteleros. Ya no importa si estás en Barcelona o en Bilbao, los hoteles modernos parecen ser todos iguales, con las mismas habitaciones impersonales y los mismos desayunos buffet.
Como defensor de los lugares auténticos y tradicionales de España, siento que es importante valorar y preservar la historia y la identidad de nuestros hoteles. No se trata solo de tener un techo donde dormir, sino de disfrutar de una experiencia única y enriquecedora que solo los hoteles de antes podían ofrecer. Por eso, animo a todos los viajeros a buscar y apoyar aquellos hoteles que todavía conservan el encanto y la elegancia de antaño. Porque al final del día, no se trata solo de dónde te hospedes, sino de la clase y distinción que te haga sentir en casa.
✈️ Viajes
04/12/2025
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