La tecnología de Pixar alimenta drones letales: ¿hasta dónde llegará la influencia tecnológica?

Hace unos días me topé con una noticia que me heló la sangre: la tecnología de Pixar, la misma que hizo posible películas como 'Toy Story', está siendo utilizada para desarrollar drones militares más letales. Como ex-técnico de televisores jubilado anticipadamente, no puedo evitar sentir una profunda indignación al ver cómo algo tan bello y creativo como la animación digital se convierte en herramienta para la guerra y la destrucción.

Recuerdo con nostalgia mis días reparando televisores, cuando la tecnología era sinónimo de avance y mejoras reales en la calidad de vida de las personas. Ahora, todo parece ser puro marketing, una carrera desenfrenada por sacar al mercado el último gadget sin importar las consecuencias. ¿Hasta dónde vamos a llegar con esta obsesión por la tecnología?

No puedo evitar pensar en las palabras del neurocientífico Antonio Damasio, quien advierte sobre el peligro de crear organismos artificiales con consciencia propia. ¿Qué nos depara el futuro si seguimos alimentando máquinas cada vez más inteligentes y letales? ¿Acaso estamos jugando a ser Dios sin medir las consecuencias?

La reciente noticia de los hackers que accedieron a 120.000 cámaras caseras en Corea del Sur para obtener material sexual es solo la punta del iceberg. La tecnología está siendo utilizada de formas cada vez más siniestras, vulnerando la privacidad y la seguridad de las personas en aras de un supuesto progreso. ¿Realmente estamos avanzando como sociedad o estamos retrocediendo a pasos agigantados?

En mi opinión, es hora de detenernos a reflexionar sobre el verdadero impacto de la tecnología en nuestras vidas. No podemos seguir dando carta blanca a la innovación sin un análisis crítico de sus implicaciones éticas y morales. Es hora de dejar la nostalgia a un lado y enfrentar la realidad: la tecnología puede ser una herramienta poderosa para el bien, pero también puede convertirse en una arma letal si no la controlamos adecuadamente. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar en aras del progreso tecnológico? La respuesta está en nuestras manos.