Antonio Motor arremete contra los todoterrenos modernos: 'Prefiero la indestructibilidad del pasado'

En estos tiempos de avances tecnológicos y coches cada vez más sofisticados, me veo obligado a alzar la voz y expresar mi descontento con la dirección que están tomando los todoterrenos modernos. Como mecánico de toda la vida, con más de 30 años de experiencia en el mundo de los motores, no puedo evitar sentir nostalgia por la indestructibilidad de los vehículos del pasado.

Recuerdo con cariño aquellos Land Cruiser que nuestros abuelos conducían, robustos, fiables y capaces de superar cualquier terreno sin despeinarse. Eran auténticos todoterrenos, diseñados para durar toda una vida y más allá. En cambio, los todoterrenos modernos parecen más orientados a la tecnología que a la resistencia. Son como ordenadores con ruedas, llenos de sensores y sistemas que pueden fallar en cualquier momento.

Mi Seat León del 2008 es el mejor ejemplo de lo que debe ser un coche: sencillo, resistente y con un motor diésel que nunca me ha dejado tirado. Esas son las cualidades que valoro en un vehículo, no la última pantalla táctil o el sistema de aparcamiento automático. Prefiero la fiabilidad y la durabilidad del pasado a la eficiencia y la comodidad del presente.

Es cierto que los todoterrenos modernos ofrecen prestaciones y tecnología impensables hace unos años, pero a qué precio. ¿Realmente necesitamos 1.000 CV para circular por la ciudad o un sistema de entretenimiento de última generación para ir al trabajo? Personalmente, prefiero la simplicidad y la robustez de un buen motor diésel que sepa aguantar el paso del tiempo.

En definitiva, los todoterrenos modernos pueden ser más potentes, más rápidos y más cómodos, pero a costa de perder esa indestructibilidad que tanto aprecio en los vehículos del pasado. No me malinterpreten, soy consciente de que el progreso es inevitable, pero no puedo evitar añorar aquellos tiempos en los que un coche era mucho más que un ordenador sobre ruedas. ¿Y tú, qué prefieres: la tecnología del presente o la indestructibilidad del pasado? ¡El debate está servido!