Como amante de la elegancia y el glamour, no puedo evitar notar la diferencia abismal entre los hoteles de antes y los modernos. Los hoteles de antaño tenían un encanto y una clase que simplemente no se encuentra en los establecimientos actuales. Recuerdo con nostalgia esos hoteles con suelos de mármol, muebles de madera tallada y personal atento y profesional. En cambio, hoy en día nos encontramos con hoteles que parecen más bien grandes cadenas sin alma, sin personalidad y con una falta de atención al detalle que deja mucho que desear.

Durante mis años de viaje por España, he tenido la oportunidad de hospedarme en hoteles de todas las categorías y siempre he preferido aquellos que conservan la elegancia de antaño. Esos hoteles donde cada habitación es única, decorada con muebles antiguos y detalles que te transportan a otra época. En contraste, los hoteles modernos parecen todos iguales, con sus habitaciones estandarizadas y su decoración impersonal que no deja huella en el viajero.

Recuerdo con cariño aquel hotel en el que me hospedé en Sevilla, con su patio interior lleno de plantas y suelos de azulejos. El ambiente era cálido y acogedor, el personal amable y atento, y cada rincón del hotel estaba cuidado hasta el último detalle. En cambio, en mi último viaje me hospedé en un hotel de una cadena internacional y la experiencia fue totalmente distinta. La habitación era fría y sin encanto, el personal poco profesional y la falta de atención al cliente era evidente.

Como defensor de los lugares auténticos y tradicionales de España, no puedo evitar lamentar la pérdida de esos hoteles con clase y elegancia que han sido reemplazados por establecimientos sin alma. Creo que es importante valorar y preservar la historia y la cultura de nuestro país, y los hoteles son una parte fundamental de nuestra identidad. Por eso, animo a todos los viajeros a buscar esos hoteles con encanto que todavía conservan la elegancia y el glamour de antaño, y a alejarse de las grandes cadenas que solo buscan el beneficio económico sin preocuparse por la experiencia del cliente. ¡Vivan los hoteles de antes!