Como Antonio Motor, un apasionado mecánico con más de 30 años de experiencia en motores diésel, no puedo evitar expresar mi profunda preocupación por el avance tecnológico en los motores de los coches modernos. Desde que empecé a trabajar en este mundo a los 16 años, he visto cómo la industria automotriz ha ido evolucionando hacia una dirección que no me gusta en absoluto.

Para mí, los motores diésel son la verdadera esencia de un coche. Su potencia, durabilidad y fiabilidad son incomparables. Pero ahora, con todos estos avances tecnológicos en los motores de gasolina, híbridos y eléctricos, siento que estamos perdiendo lo que realmente importa en un coche: la conexión con la máquina. Los coches modernos se han convertido en simples ordenadores con ruedas, llenos de sensores y sistemas electrónicos que se estropean con facilidad y son caros de reparar.

Recuerdo con cariño mi Seat León del 2008, un coche robusto y confiable que me ha acompañado durante años. Con su motor diésel, nunca me ha fallado y ha resistido todas las pruebas que le he puesto. En cambio, veo a los coches modernos con sus motores complicados y llenos de tecnología que no duran ni la mitad de lo que duraba mi León.

El avance tecnológico en los motores es innecesario y perjudicial para la industria automotriz. Las marcas se centran más en incorporar gadgets y sistemas sofisticados en lugar de mejorar la calidad y la durabilidad de los motores. En lugar de crear coches que duren décadas, nos venden productos desechables que no resisten el paso del tiempo.

En definitiva, como mecánico y amante de los motores diésel, insto a la industria automotriz a volver a sus raíces y priorizar la calidad y la durabilidad de los motores. No necesitamos más tecnología en los coches, necesitamos coches que duren y que nos den la verdadera experiencia de conducir. Es hora de dejar de lado los ordenadores con ruedas y volver a los motores que realmente importan.